Venezuela tierra de inigualables oportunidades socioeconómicas, bendecida por Dios, su gentilicio noble y trabajador, en su gran mayoría. La debacle económica y social comenzó a finales de 1999, incrementándose vertiginosamente en el transcurso de estas últimas dos décadas.
¿Quién tiene la culpa?, sería imprudente de mi parte responsabilizar a una sola persona o a un solo partido político; estoy convencido que lo que ha sucedido no es más que un compendio de errores personalistas de nuestros políticos de esa época, aunado a la inmadurez política que caracteriza a los pueblos latinoamericanos.
A veces, no siempre, es necesario hurgar en el pasado para comprender el presente, yo en lo personal soy partidario de no aferrarme al pasado cuando ha sido desastroso, eso sí, es imperativo aprender de los errores y/o horrores del pasado para “tratar” de no repetirlos en el presente y en el futuro, lamentablemente los seres humanos somos los únicos animales que tropezamos con la misma piedra una y otra vez.
El padre de nuestra desgracia tiene nombre y apellidos, Hugo Chávez Fría, resentido social, títere pregonero de las falacias del hijo del mal “Fidel Castro”, artífice de la isla del mar de la felicidad…, en tan solo 14 años casi destruyó un país próspero, inoculando odio, envidia y rencor a sus connacionales; su sucesor madre de nuestra desgracia, “Nicolás Maduro”, quien siguió y sigue su legado de destrucción a pasos de vencedores, sin antes preñar a esta madre:
“Nicolás Maduro” parturienta de su único hijo “Juan Guaidó” el mesías, quien lleva 4 años engañando a millones de venezolanos ofreciendo el “Cese de Usurpación”, “Gobierno de Transición” y “Elecciones Libres”, convirtiéndose en el “NO” tan tonto útil de su madre Maduro, ya que ha tenido arte y parte en el continuo saqueo de las arcas de todos los venezolanos, utilizando sus falsas promesas para enriquecerse él y su entorno, incluyendo a muchos políticos extranjeros desalmados que los siguen apoyando interesadamente, sin impórtales las catastróficas consecuencias económicas y sociales que padecen millones de coterráneos.
Para finalizar este tedioso pero necesario relato, quiero expresar que la anti política es más peligrosa y destructiva que la más mala política, hay que seguir luchando para construir entre todos el camino hacia la libertad, decía mi abuela; “el tiempo de Dios es perfecto”, pero Dios mío para cuándo…?, una serendipia no nos caería nada mal.
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Salvatore Lucchese
Abogado Cum Laude. Católico, Apostólico, Romano, profundamente Mariano. Diestro! Columnista





