Celebramos la oportunidad de haber sido testigos de un partido de fútbol sin antecedentes, sin más, la mejor final de un Campeonato Mundial de Fútbol a lo largo de la historia; vale decir, de los 92 años que han corrido desde ese lejano primer campeonato disputado en Uruguay. El encuentro entre Argentina y Francia que cerró con broche de oro el Mundial de Qatar 2022 será recordado per saecula saeculorum.
Sí, fue una final única, posiblemente el mejor partido de todos los tiempos, jugado en un Copa del Mundo particular, que se llevó a cabo en un mes impropio, en un país con poca cultura futbolera, con equipos que mezclaron futbolistas con experiencia y estrellas en sus camisetas y jóvenes cracks que arrancan su travesía en este tipo de certámenes, seguidos cada 4 años por más de tres mil quinientos millones de personas en el planeta Tierra.
¡Ganó la Scaloneta, el equipo de un técnico vituperado, que saltó desde las juveniles a comandar la selección nacional de un país que vive y muere por el fútbol! Este equipo argentino, con Messi a la cabeza, se impuso ante un rival de quilates, la Francia dirigida por el enorme Didier Deschamps, con Kylian Mbappé al frente de una escuadra brillante, integrada por jugadores que en ningún momento dejaron de hacer valer su condición de campeones mundiales vigentes. Ojalá que Deschamps continúe al frente de esta selección que promete ser tetracampeona.
En esta oportunidad, más allá del resultado por todos conocido, queremos aplaudir la grandeza de un deporte que mueve las fibras profundas de sus seguidores, simple y llanamente porque el fútbol nos enseña lo más elevado que se puede hacer con los pies, negando por principio, cualquier posibilidad de hacer algo con las manos dentro del terreno de juego; es, en palabras sencillas, la gesta poética del mundo hecha a las patadas por defensas, volantes y delanteros. Solo el portero tiene derecho a usar sus manos, como honrosa excepción y, en ocasiones, como salvaje milagro.
Lo que vimos el pasado domingo, 18 de diciembre de 2022, en Qatar, fue del otro mundo: dos equipos bien entrenados, conformados por seres humanos comprometidos, unidos como gladiadores, que desde el primer segundo atacaron, defendieron, corrieron a muerte, anotaron goles hermosos y no se regalaron nada, desarrollando un juego intenso, en ocasiones trepidante, fruto de una disciplina táctica milimétrica, fiel a un estilo de juego ponderado y maduro, representando las identidades de dos naciones que le han regalado al mundo muchas décadas de fútbol espectacular.
Disfrutamos de una final jugada con tal gallardía y pundonor que nadie quería que terminara. Fuimos espectadores de un primer tiempo excepcional de la selección argentina. La “banda” de Scaloni demostró cómo la estrategia que se imparte en el camerino por parte del técnico, cuando se lleva a la práctica con precisión, permite ver la manera como los canales de juego dentro de la cancha se pueden manejar a placer, bloqueando las opciones del rival. Fueron más de 50 minutos, con el tiempo de prórroga, de gran categoría, con 2 goles a favor de los argentinos. El segundo gol, anotado por Ángel Di María, fue una obra de arte colectivo.
Para el segundo tiempo, todo marchaba igual hasta que se dio el cambio de Di María. Deschamps también había movido el banco galo, dando ingreso a dos jóvenes atacantes, que con eficiencia cumplieron su papel. Como resultado en menos de 5 minutos, bordeando los 80 del partido, el genial Mbappé igualó el marcador, con dos tantos oportunos, siendo el último de ellos vibrante reflejo de su extraordinario talento.
Un 2-2 que obligó a tiempo suplementario: 30 minutos más de juego repartidos en dos tiempos de 15. En ese suplemento, de nuevo Messi, cuya categoría es indiscutible, se hace sentir con un gol que habla de la casta de los argentinos en los partidos más difíciles, y desde el lado francés, Mbappé anota su tercer gol en el encuentro, igualando la marca establecida por Geoff Hurst, quien hizo tripleta (hat-trick) en la final de 1966, disputada en el Estadio de Wembley entre alemanes e ingleses, donde se impusieron estos últimos… ¡En Qatar se igualó una marca que nadie había alcanzado en 56 años!
Terminados los 120 minutos, casi 140 con las adiciones, llegamos a la tanda de penales. Ahí los argentinos se crecieron, apoyados en la seguridad de su arquero, y en el aplomo y la compostura de quienes fueron elegidos para cobrar cada pena máxima desde los 12 pasos. Mucha frialdad para definir un título mundial. Fue un deleite ver tanta grandeza.
Deje así: Justo título para un equipo que es campeón mundial luego de derrotar al campeón mundial. Argentina es nuevo tricampeón, Messi es leyenda viva y Scaloni se consagró como uno de los 3 entrenadores más jóvenes en levantar la Copa del Mundo.
Lo que vimos el pasado domingo, 18 de diciembre de 2022, en Qatar, fue del otro mundo: dos equipos bien entrenados, conformados por seres humanos comprometidos, unidos como gladiadores. Clic para tuitear
Francisco Tamayo Collins
Desde siempre, amante de la Libertad. Disfruta la creación, redacción y edición de textos periodísticos y publicitarios. Ha sido guionista independiente. Apasionado por la radio, escritor, poeta. Docente universitario, especializado en las áreas de Literatura e Historia. Publicista, filósofo y humanista, comunicador por excelencia. Ha sido columnista de opinión en varios medios digitales. Experto en la preparación de carnes y pastas, es un ser humano creativo, con espíritu crítico, a quien le gusta fomentar el trabajo en equipo. Seguidor del pensamiento lateral, es radiodifusor por internet. Dirige el podcast "Voces en la periferia".





